SALVAVIDAS (Andrés García Cabrera)

No me invitaste al pre-estreno de tu primera historia de amor, pero me pediste que te salvará dignamente con papel secundario. Sabes lo mal que se me da salir en las segundas partes. Es lo que tiene la ficción; un gran escaparate, dónde a veces tocamos el cielo, y otras en cambio, nos tocan la moral. Quizás, yo me encuentre en esta última escena, combatiendo contra todo pronóstico. Mi apuesta no fue el resultado esperado, otra derrota, amarga, que se va convirtiendo en mugre mientras espero otro amanecer diferente. Me siento abatido, y no seré yo quién tire más de este carro, cansado de golpes contra la pared. Hoy te lo cedo a ti, pero tendrás que evitar que se siga oxidando.
Mis lágrimas son el reflejo de sus últimas ruedas; vidas que se cruzan pero tan paralelas, hasta llegar a dividirse el camino que un día prometimos recorrer juntos.
Es una verdadera utopía esto para mí, una autopista que no me conduce a tal esperado norte y una voz que me niega sosiego. Así es mi vida, por más que la intento cambiar, siempre termino sumando sombras, queriendo ver el sol desde tu ventana.
No quiero tomar decisiones absurdas, tampoco correr riesgos innecesarios. Quiero ser, por una vez, el dueño de tus infinitas dudas. Saber corresponder con creces a la voz del amor. Sin amor no hay calor, y el invierno promete ser frío si no estás.  

La continúa lucha, el pulso que mantengo con mi propio equilibrio en las situaciones más descabelladas, me convierten en un ser inteligente, capaz de encontrar una salida en el más difícil de los laberintos.
Corren tiempos de indiferencia para muchos de nosotros. La crisis ha roto todos los esquemas que paulatinamente habíamos creado, y no, no me refiero a la crisis económica. Se están perdiendo los valores, los recursos, la disciplina…, y lo que es peor, las ganas de vivir ilusionado. Falta motivación, sustancia indispensable para lograr cualquier objetivo que se plantee racionalmente.
Todo este revuelo que se ha formado me afecta, es por ello, por lo que recurro a lo que yo denomino ‘salvavidas’, el diálogo, las palabras, la comprensión. Atemos lazos antes de que se haga más tarde, y no olviden nunca jamás vuestras semillas.