Estaban todos. Jóvenes, mayores, niños, padres, sacerdotes, laicos, cofrades con sus medallas, scouts con sus pañuelos en el cuello, escolares con uniforme, neocatecumenales, el obispo... La Iglesia gaditana se echó ayer a la calle para recibir a la cruz y al icono de María que el Papa Juan Pablo II legara a los jóvenes y que después de un cuarto de siglo recorriendo el mundo llegaba al puerto de Cádiz para permanecer el fin de semana, dentro de su periplo español previo a la Jornada Mundial de la Juventud del próximo agosto.
Las amplias dimensiones del muelle fueron llenándose de personas que acudían a ver llegar la cruz a por la Bahía. Y puntual conforme al horario establecido por la organización, la embarcación hacía su entrada en el puerto. Eran las siete en punto de la tarde, cuando se iniciaban 48 intensas horas de actividades, conciertos y oraciones en torno a estos símbolos.
Un fuerte aplauso de los centenares de personas, posiblemente más de un millar, que se congregaron en el interior del muelle, acompañó al desembarco de la cruz, que venía desde El Puerto de Santa María a bordo del arrastrero Hermanos Urbano, de la flota pesquera portuense. En este acto estuvieron presentes tanto el obispo, Antonio Ceballos, como numerosos sacerdotes, así como el presidente de la Autoridad Portuaria, Rafael Barra; y varios concejales del Ayuntamiento.
La cruz de Juan Pablo II pisaba tierra gaditana acompañada por los aplausos y por el repique de campanas de la iglesia de Santo Domingo. Y tras esto comenzó la particular procesión o traslado de la cruz y del icono hasta la plaza de la Catedral, donde los jóvenes cofrades cobraron especial protagonismo al ser los encargados de portar ambos símbolos. La responsable de Juventud del Consejo de Hermandades organizaba el traslado de la cruz, en el que también estuvieron presentes algunos miembros de la permanente y su presidente, Martín José García.
Una marea de camisetas naranjas se apoderó de las calles del centro acompañados de cánticos, palmas y algún que otro coro. "Esta es, la juventud del Papa", gritaban algunos grupos que acompañaban al cortejo en su camino por San Francisco y Candelaria camino de la plaza de la Catedral, donde se había instalado un escenario que acogería una particular fiesta.
Pasadas las ocho de la tarde llegaba a ese escenario la marea naranja de jóvenes. Y allí se mezclaron canciones de los años 90, otras de corte religioso, intervenciones del obispo, oraciones, saltos... Era el modo en que la Iglesia gaditana, representada anoche de la forma más variada en cuanto a colectivos, sectores y grupos se refiere, celebraba la histórica presencia de estos símbolos legados por el Papa Juan Pablo II a los jóvenes de todo el mundo. Una fiesta que en torno a la medianoche daría paso a una jornada íntima de oración y de vigilia en torno a la cruz en el interior de la iglesia de las descalzas de la calle Montañés.
Se cerraba así una tarde-noche de contrastes entre los ambientes, los grupos y las formas de celebración de la Iglesia, que este fin de semana se reúne en torno a los símbolos que legó su anterior representante.
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