Ríes. ¿Por qué? Te vuelves a preguntar, vuelves a reír, miras las nubes grises y encuentras la respuesta a todas las preguntas que tú misma te has hecho.
Porque es aquí frente a esta ventana, frente a este papel, dónde eres tú misma. Porque te sientes segura entre estas cuatro paredes. Porque no te da miedo nada ni nadie, porque nadie puede hacerte daño aquí. Porque aquí eres tú misma, aquí en tu dormitorio, que es tu refugio.
¿Quién tiene el derecho de prohibirte pensar, imaginar, fantasear o esperar? Nadie. ¿Quién puede juzgarte en estas cuatro paredes? ¿Quién?
Te levantas de tu escritorio, papel en mano y te recuestas sobre los cojines de tu cama, sigues escribiendo, sin miedo, sin importarte que te juzguen, que te digan lo que piensan de ti, que se rían de ti.
Aquí solo escuchas las notas dulces que reproducen los altavoces de tu ordenador, aquí solo ves el papel blanco que tu bolígrafo negro mancha con las letras que brotan de tu corazón, aquí sólo sientes como tu pies descalzos se lían entre tus sábanas, aquí no te hace falta hablar para expresar lo que sientes. Sonríes porque aquí eres tú misma.
Te levantas de la cama para aumentar el volumen de la música, danzas de un lado a otro de tu dormitorio, libre, siendo tú. Te has quitado la máscara que todos ven, igual que ya no llevas ese disfraz que tanto odias, ese que muestra quien tú no eres. Sin embargo lo llevas siempre cuando atraviesas las puertas de tu dormitorio por miedo.
Temes que todos ellos sepan quién eres en realidad, aun a sabiendas de que la persona que guardas en tu interior es mucho mejor de la que muestras ante ellos. Eres incapaz de derribar los muros que te envuelven, que envuelven tus sentimientos, tus emociones, tus miedos, tus esperanzas y tus deseos. Los muros que tapan a esa niña mágica que es la que escribe esto.
Esa que piensa en buscar soluciones a todos los problemas que la abarcan. La que se imagina a sí misma siendo capaz de cambiar el mundo entero; la que fantasea con un futuro mejor; la que espera a ese príncipe azul que nunca aparece por mucho que ella lo busque. Esa misma.
En realidad no sé porque escribo todo esto, supongo que las historias que les ocurren a personajes que no existen, a esos personajes que han salido de mi imaginación, de mis utopías, ahora carecen de sentido para mí. Porque esta vez no tenía ganas de crear un mundo perfecto, una historia perfecta, ni de esconderme tras un relato que no dice nada de lo que soy.
Ahora he encontrado la fuerza suficiente para decirle al mundo quién soy en realidad, que es lo que siento y que es lo que espero de la vida. Cierto es que me faltan respuestas a mis preguntas, que no confío en mí misma y que soy tan débil como este papel sobre el que escribo. Pero esa soy yo. Y estoy feliz de haber derribado los muros tras los que me escondía, de haber tirado a la basura el disfraz y la máscara, de haber sido capaz de gritarle al mundo quién soy.
Es grata esta nueva sensación, ahora sé quién soy y me quiero con defectos. Normalmente los defectos suelen hacernos especiales, por eso no tengáis miedo a ser como sois. Somos únicos y el mero hecho de no parecernos a cualquier otro nos hace especiales.
Bonito artículo, plasma lo que somos las chicas en realidad, cuando estamos solas en nuestro verdadero entorno...Simplemente, me ha encantado.
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