La madurez es un concepto del que las personas suelen hablar con regularidad. ¿Pero sabemos realmente lo que significa? En términos generales, se podría decir que es el paso de la niñez a la juventud y de ésta a la edad adulta. Sin embargo, la madurez no se rige por la edad, sino por las experiencias y conocimientos acumulados a lo largo de los años. Prácticamente todo el mundo vive alguna experiencia que le hace dar el paso, aunque por desgracia suelen ser momentos de tristeza y desesperación máxima que te hacen darte cuenta del valor y el significado de las cosas. Yo mismo he sufrido tres de estas experiencias y, aunque desesperantes y odiosas, también son constructivas y gratificantes una vez pasado el tiempo.
En primer lugar relataré la experiencia que a mí me hizo dar el paso de la niñez a la juventud en términos de madurez. Y sí, es algo típica: un corazón roto. Yo solía ser el crío callado que aunque no lo aparenta es feliz por dentro, aunque después de esta experiencia pasó justo lo contrario: era feliz por fuera pero estaba roto por dentro. Cuando encontré a mi primera novia, yo la quería más de lo que se hubiera podido imaginar para alguien como yo. Sin embargo, como niño pequeño e inexperto que era, creía que todo era el arcoiris rosa: que hiciera lo que hiciera, todo iba a salir bien. Básicamente, ella era una persona solitaria y triste que yo era, como la media naranja perfecta. Así, cuando aparecí en su vida, pasó a ser feliz de verdad. Sin embargo, eso le duraría poco, pues el carácter egoísta de aquel niño rebosaba todos los límites. Era, básicamente, "o se hace lo que yo digo o me cabreo". Poco a poco, iba superándome cada vez más, pues esta convencido de que todo iba a salir perfectamente... Hasta que al final, viendo ella que estaba a punto de volver a sus orígenes tristes, decidió cortar por lo sano, cosa que nunca se me hubiera pasado a mí por la cabeza. Aquella experiencia me destrozó, pero me hizo madurar: comprendí que ni todo es perfecto ni se puede bailar al ritmo de uno solo.
Algún tiempo después, a finales de 2010 yo, aunque más maduro, seguía siendo un chaval impulsivo y descontrolado que disparaba primero y pensaba después. Yo tenía, y sigo teniendo, los conceptos de amistad y honor como algo digno de conservar. Sin embargo, aquella vez fue más allá de todos los límites... Sobre todo para alguien cuyo amigo tenía problemas. Me encontraba yo en el pub Rockzone cuando recibí una llamada de un amigo mío al que estaban persiguiendo para acabar escondido. Puede parecer algo normal... si tu amigo no está en otra ciudad, en este caso, cerca de Campamento. Corrí hacia allí lo más rápido que pude, atravesando la barriada del Junquillo. Era Halloween, así que ya había gente preparada con los típicos huevos. Huevos que acabaron en mi persona, aunque al final conseguí seguir mi camino habiéndome reconciliado con aquel grupo de unos 12 personas. Pocos metros más adelante, otro grupo vino corriendo hacia mí, a lo que respondí quedándome quieto mirándolos. Terminé como con el otro grupo, sin más problemas. Ya empezaba a aflorar el miedo en mí, pero aún así continué: tenía que salvar, o al menos intentarlo, a mi amigo. Atravesando el tan conocido Pryca seguí mis andanzas hasta que tuve que parar 30 segundos para descansar. Tiempo que bastó para que una furgoneta se parara a mi lado. Con las experiencias que había vivido hacía escaso tiempo, salí corriendo en dirección opuesta, pidiendo ayuda con los brazos a un automóvil parado en la acera. Me levantó la mano y se fue, así que, aun temeroso, decidí volverme, con los puños levantados, articulando lentamente con los labios "que sea lo que Dios quiera". Para mi sorpresa se trataba de la policía, aumentando esta al darme cuenta de que no me habían gritado que me parara en nombre de la policía. Y para aumentar mi desgracia nocturna, no sólo no me recibieron bien, sino que además no eran de La Línea... sino de San Roque. Aquello me granjeó un castigo de unos 3 meses... aunque también me hizo darme cuenta de que no se puede actuar sin pensar antes, hay que ser cauto y y reflexionar sobre las consecuencias de las acciones.
Y la última fue algo menos directa, pero no por ello menos importante. ésta también es más difícil de explicar, pues no sabría que palabras usar para explicar en qué forma maduré. El caso es que, como viaje de estudios de 1º de Bachillerato, nuestra clase realizó un viaje a Londres de cinco días. Hay que aclarar antes que nada que ésta no fue traumática, sino que fue una de las de pensar hasta darte cuenta del hecho en sí. La cosa es que, estando yo detrás de una chavala, conocí allí a una de esas personas que crees que no saben nada hasta que hablas con ellas por primera vez. Eso me dejó impresionado, ¿pues que iba a esperar yo de alguien que se juntaba con gente que cree que su destino en la vida es hacerse fotos raras? Viendo la personalidad que tenía me conquistó, pues para mí era perfecta: podía tener una conversación racional con ella, y además entendía bastante de la vida, justo de la misma forma en que yo había empezado a hacerlo años antes. Todo eso me hizo pararme a pensar: ¿a quién quería yo de verdad? ¿A la que se llevaría poco tiempo después bastantes regalos del viaje, o a la persona más afín a mí que había conocido? Me pasaba el tiempo mirando a la segunda, y más de una vez se quedó ella mirándome a mí, aunque nunca le dije nada; descubriendo además que no pasaría el año siguiente en La Línea, que se mudaría. Poco antes de volver y arrepentirme de no haberme abierto más a ella, reflexioné y llegué a la conclusión de que hay historias cuyo final simplemente es un adiós, y en las que no se puede progresar... lo que no quiere decir que no se pueda solucionar realmente. Pero por ese momento, era un adiós casi definitivo.
Cada uno madura a su manera: nosotros, mentalmente.
Otros, como las orugas, se transforman radicálmente en otro ser por fuera.
Realmente, todos son cambios. ¿Son igual de importantes?
Para finalizar, después de haber contado todo esto, me gustaría remarcar que no todas las experiencias tienen por qué acabar mal, ni que no haya otra forma de madurar. Simplemente hay que buscar la forma propia para ello. Y una vez que se empieza esa búsqueda, es una señal del inicio de la madurez.
De verdad piensas que puedes ir desde el Rockzone hasta Campamento corriendo y a tiempo para ayudar a tu amigo? Y cuando llegas que pasa, encuentras a tu amigo y que? cobrais los dos? No hubiese sido mas sensato que tu amigo llamase a la policia ya que estaba escondido o simplemente pidiese ayuda a alguien ( 091, es gratuito) y que ellos lo ayudaran? Te hubieses avitado: un sofoco corriendo, los huevos tirados contra ti, el quedar mal delante de la policia.... en fin, eso no es madurez como lo pintas.
ResponderEliminarYo no he dicho en ningún momento que ese hecho fuera lo que me hiciera madurar:
ResponderEliminar1-Porque resulta que en una situación de estrés no se piensa y se hace lo primero que se te ocurre, más aún cuando es algo nuevo para ti.
Y 2: Repito que el hecho de madurar está DESPUÉS, cuando piensas en lo que has hecho, ni en el mismo momento, y tampoco justo después, eso se va descubriendo por el tiempo.
Pero vamos, respeto tu opinión, sólo decir que eso a mí SÍ me hizo madurar, y eso no me lo puedes discutir.
La madurez es un proceso complejo, que cada persona afronta a su manera, a su ritmo y a su tiempo, y por lo general, es progresivo, es decir, no se levanta uno inmaduro y se acuesta maduro, sino que vas cambiando poco a poco, aunque si es cierto que determinadas experiencias dan un empujón a ese proceso. Yo particularmente he tenido varios sucesos: el fallecimiento de mi abuela, la fundación del periódico escolar y ahora el ingreso en la Universidad y mi marcha a Sevilla.
ResponderEliminarCada cual tiene su historia, y es bonito y enriquecedor que la cuente, por eso me enorgullezco de Snow y me alegra haber leido su artículo.