Los románticos utensilios del Periodista. |
Por otro lado, esa multifuncionalidad de las redes sociales no es aplicable al
Periodismo, porque el Periodismo no es una página en blanco, donde
todo valga, todo este permitido y al servicio de cualquier fin.
Existen reglas metodológicas que regulan su desarrollo y objetivos
éticos que señalan su meta. Y por supuesto el Periodismo, por su
propia concepción, siempre debe defender y servir a la democracia.
Sin embargo, en los momentos actuales, estamos presenciando como a
través de diversos medios el Periodismo se esta convirtiendo en la
nueva carnaza de la posmodernidad donde la verdad no existe. Pero, no
todo es negativo. Precisamente
las mismas redes sociales que en ocasiones desvirtúan el arte de
informar, son a la vez un instrumento ideal para la retroalimentación
de
ideas y de personas, un elemento democratizador que permite a otras
voces tener acceso al gran público, fomentando así la polifonía
ideológica.
Confundir
información
y comunicación,
periódicos y redes sociales, es un error garrafal sobre todo porque
ambos no son contrarios sino complementarios y al prescindir de uno
perdemos contenidos, olvidamos perspectivas.
A cada medio le corresponde una función
y lo recomendable es que no se pisen. Las redes sociales no saben ni
pueden ofrecer una
información
mejor ni mayor que los periódicos ni sustituir a las fuentes a pie
de realidad. A su vez, es evidente que las redes sociales aportan una
comunicación
mejor y mayor que los periódicos entre individuos y organizaciones
al prescindir de ese mediador social que es la prensa. Esto se debe a
las diferencias
conceptuales entre comunicación e información. Informar es conocer,
comprender, representar, referir y verificar la realidad, la verdad
de los hechos. Mientras que comunicar es intercambiar y participar,
relacionar y accionar ideas y crear comunión y comunidad entre
individuos. Son por tanto conceptos distintos, que no opuestos. Pues
no todo son diferencias, también hay similitudes. ¿Qué es la
comunicación
sino un intercambio constante de informaciones? ¿Qué es la
información sino una comunicación perpetua en busca de la verdad?
Por eso, y ante el panorama actual, un medio solo será completo si sabe combinar redes sociales y periódicos, pues las mayores virtudes de las primeras son la inmediatez y la fluidez mientras la comprensión y la veracidad son las mejores cualidades de los segundos. Pero no cometamos el error de trasmutar los valores de ambos, no podemos ni debemos esperar veracidad y comprensión de la red social ni exigir inmediatez y fluidez a los periódicos. Porque dentro del mismo instrumento es inviable alcanzar ambas características.
No veamos en las redes sociales la panacea, porque conceptualmente, no han creado nada, solo han perfeccionado algo ya existente puesto que la retroalimentación, la viralidad o la comunicación multidireccional no son inventos ni características exclusivas de las redes sociales. Un periódico es el ejemplo más
radical de obra abierta por alimentarse de distintas fuentes,
hacer “metaperiodismo” y ser realizado por un equipo de varias personas. En el Periodismo la información viaja
libremente, no es propiedad de nadie, las influencias penetran con
facilidad y las nuevas tecnologías ofrecen mayores posibilidades de
intercambio. De esta forma todo periódico se sitúa a medio camino entre la
novela donde la originalidad y la autoria están muy presentes y las
redes sociales donde estos elementos se difuminan para desaparecer.
Paradojicamente, esta ponencia en defensa del Periodismo se imparte en la inauguración del 26º curso de la Escuela de Periodismo de El País/UAM. Una escuela al servicio de un grupo mediático como lo es Prisa. Una educación a medida de unos intereses. Y no es el único caso, existen otras como la Escuela de Unidad Editorial, (grupo propietario de El Mundo). Estas instituciones quiebran toda unidad de la profesión, tanto en lo académico como en lo laboral, al punto de encontrar a personas que practican y enseñan periodismo sin haber pasado por una Facultad de Comunicación, puesto que con el máster, les basta para ser contratados en la misma empresa que le ha ofertado dicho título. La carrera se convierte en un accesorio prescindible.
Este espíritu atomizador quiebra la fortaleza e influencia de estructuras unitarias de la profesión como las Facultades de Comunicación, los consejos profesionales o las asociaciones de la prensa, todas ellas se ven atacadas y desintegradas por estas prácticas puesto que ¿quién va a escuchar a un centro educativo que no aporta las herramientas necesarias para conseguir un trabajo? ¿quién va a atender las quejas de una asociación dividida entre los miembros que pertenecen a una u otra cuerda editorial? Las herramientas han sido robadas, usurpadas por las grandes corporaciones, y los profesionales son incapaces de entenderse desde el punto y hora en que probablemente no compartan ni si quiera la formación más básica.
Y tras todo esto, el objetivo final aparece ante nosotros con aterradora claridad: mantener el intrusismo y la precariedad entre los periodistas pues con unas condiciones laborales inestables, un sueldo de miseria y una alta competencia cultivar un espíritu crítico o cuestionar las órdenes de los superiores son privilegios difícilmente ejecutables. Al dividirse la enseñanza del oficio periodístico se imposibilita la creación de corporativismo profesional que proteja a nuestro gremio y a sus derechos.
Si
atendemos a lo que nos dice el estructuralismo,
esta estructura mediática aporta un significado
a
la sociedad y la cultura, sirve de sistema de significación
para
justificar el sistema
existente. La actual estructura mediática no es casual, sino causal.
Es el fruto del traspaso del dualismo político al dualismo
comunicativo y así pasamos de un bipartidismo a un “biperiodismo”.
De esta manera se logra la autopoiesis,
la perpetuidad del sistema con la creación de estructuras
bimembres y duopolísticas (La Razón/Público, El País/El Mundo, La
Sexta/Intereconomía, Antena 3/Telecinco) que obvian el
multiperspectivismo de la sociedad y la realidad y las
simplifican construyendo dos versiones opuestas e irreconciliables.
Acosados por las nuevas tecnologías y las grandes corporaciones, los periodistas de hoy y del mañana nos enfrentamos al gran reto de reinventar nuestra profesión puesto que las primeras la han difuminado y rebajado al punto de que cualquiera cree poder desempeñarla, y las segundas han subvertido la función de los medios sustituyendo la lealtad a la ciudadanía por la lealtad a la empresa. Y frente a esto, nuestro espíritu ha de ser valiente y optimista, ni derrotista ni cobarde. Las claves están en utilizar las nuevas tecnologías para lo que son y no delegar en ellas un trabajo que es humano y en recuperar la figura del empresario de la comunicación, un emprendedor que conozca la profesión y se preocupe de generar información de calidad y no influencia por conveniencia.
Estamos acostumbrados a trabajar bajo presiones, las del tiempo y el poder.
Buenas noches y buena suerte.
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