04 junio 2011

¿QUÉ PROGRESO? (Alfonso Torres)



¿Qué es el progreso? Sobre esta pregunta hemos cimentado nuestra civilización. El progreso ha guiado a la Humanidad a lo largo de los siglos, pero nunca ha existido un mismo progreso, pues la idea de progresar dista mucho en función de los ojos con que se miren.
La Iglesia de la Edad Media veía como único progreso alcanzar el Reino de Dios sometiéndonos todos a los dogmas eclesiásticos. La Ciencia de la Edad Contemporánea ha visto en la investigación y manipulación del mundo la forma de progresar. El Capitalismo ve que el camino hacia el progreso pasa por la libertad de mercado, la búsqueda del beneficio individual y el consumo incesante de productos. El Comunismo cree que sin la igualdad de los seres humanos, la colectivización de los medios de producción y la existencia de un Estado poderoso e intervencionista no habrá progreso alguno.


Todos se equivocaron y todos acertaron en parte. Ahora que hemos vislumbrado el fracaso de los grandes sistemas, de las grandes doctrinas, hemos de abogar más que nunca por la Democracia y el Perspectivismo postulado por Ortega y Gasset para respetarnos y comprendernos mejor entre nosotros, pero de corazón, sin mentiras ni intereses personales. Cosa harto compleja la que pido hoy...


Esta breve reflexión viene a consecuencia de un paseo de vuelta al hogar que acabo en encogimiento del corazón. Todo a raíz del descubrimiento del derrumbe de unas casas, unas viejas casas típicas de La Línea, de techo plateado y fachada blanca. Casas de gentes humildes pero alegres. Casas antiguas, de paredes sabedoras de infinitas historias y recuerdos, que ahora yacen muertas convertidas en mísero y efímero polvo.
La casa no son sólo paredes inertes, es cosa sabida que es mucho más. Es refugio de los soñadores, de las familias, de las amistades, de las parejas.Las cajas de cerillas, los adosados de copia y pega no son casas, son maquinas para vivir. La buena casa es la que empapa a los pobladores de recuerdos y sus habitantes la transforman con sus alientos. 

Desmadejar puertas, encadenar ventanas, precintar fachadas, desplomar techos. Todo en pro del progreso, de la permanente y enfermiza búsqueda del confort. Comodidad que nos sume en un conformismo con forma de la forja del forjador de conciencias, es decir, el capitalismo, doctrina imperante en la actual forma de pensar. Derribar pozos de recuerdos para elevar depósitos de personas, aparcamientos de vidas. Y tras el derribo, un mar de esperanzas rotas, de recuerdos muertos y un cielo de polvo gris que abre camino para los hombres grises, consumidores de tiempo y de felicidad, creadores de rutina y desidia. Pues quién se atreve a contradecir que los pobladores de patios vecinales y casas de una única habitación eran más felices que los residentes de espaciosos adosados y pisos unipersonales.

Yo también prefiero una casa pequeña pero cálida, antigua pero única a una piso amplio pero frío, nuevo pero repetido. ¿Y tú? El espíritu humano no desea cajas de hormigón sino patios en multicolor y balcones en verde. Pero nosotros nos empeñarnos en vivir en grises habitáculos ...

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